Ambición política y buen gobierno (Aldrich)

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Por Antón R. Castromil / Contacto

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¡Ojo! El siguiente texto puede contener extractos literales de la obra de John Aldrich que se cita al final del artículo. En esta web estamos en contra de la piratería y de la citación anónima.

En su obra clásica ¿Por qué los partidos políticos? John Aldrich lleva a cabo un extenso estudio sobre el origen y principales características de los partidos políticos norteamericanos. Sin embargo, su reflexión puede ser tenida como válida en otros contextos democráticos y, sobre todo, como explicación abstracta.

Aldrich se mueve en una explicación del origen de los partidos típica de la ciencia política: el origen los fenómenos políticos está en la propia política.

Según su argumentación, por lo tanto, el origen de los partidos políticos está en los políticos, los activistas de partido y en el ambicioso aspirante a cargos públicos. El partido es una institución endógena, una institución moldeada por estos actores políticos.

Los partidos son la creación de políticos ambiciosos. Estos individuos persiguen metas más bien personales y el partido se convierte en la mejor organización para conseguirlas.

La idea clave es el deseo de los individuos de hacer una carrera larga y exitosa como cargo político, pero también el deseo de alcanzar fines políticos y obtener poder y prestigio dentro del gobierno.

El objetivo de cargos, poder y prestigio se obtienen dentro del gobierno pero, según Aldrich, se alcanzan mejor por medio de la acción de los partidos políticos. Así, los partidos están moldeados por las metas y ambiciones de los individuos que contienen.

Aldrich habla de tres grandes circunstancias que moldean los partidos políticos:

1) Los políticos ambiciosos se dirigen al partido político para alcanzar sus metas únicamente cuando los partidos se convierten en vehículos útiles para resolver problemas que no pueden resolver con tanta eficacia por otros medios.

2) Pero el partido no sólo debe entenderse en relación con las metas de sus militantes sino en relación también con las instituciones ejecutivas, legislativas y electorales de gobierno.

3) Importancia del contexto histórico. Los cambios tecnológicos en la forma de hacer campaña, por ejemplo, influyen de forma muy profunda en los partidos. Si en el siglo XIX los partidos eran los únicos medios viables para organizar las elecciones de masas, las tecnologías actuales permiten a un miembro del congreso organizar una campaña personal y continuada.

Aldrich concluye que, una vez que en EEUU se fundaron los dos grandes partidos (demócratas y republicanos), su misma presencia proporciona incentivos a los políticos ambiciosos para afiliarse a uno de ellos. Algunos de estos incentivos sólo surgen debido a la existencia previa de estos dos partidos.

Enfoques previos en el estudio de los partidos

Aldrich habla de tres grandes aproximaciones.

1) Partidos como coaliciones heterogéneas que agregan y articulan el interés del público

Los grandes partidos norteamericanos son una organización grande y aglutinante, una coalición de muchos y diversos asociados que, a veces, recibe el nombre de partido “paraguas”.

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Con el objetivo de atraer a una mayoría del público, los dos grandes partidos se basan en valores similares, valores que definen “el credo americano”.

Sin embargo, en muchas cuestiones políticas existen diferencias claras y, en ocasiones, muy marcadas entre los dos grandes partidos. Así, los demócratas son mucho más liberales que sus homólogos republicanos en muchas cuestiones y el público así lo percibe. Esta línea divisoria es muy marcada en la actualidad.

Sobre otros asuntos la línea es más difusa y, en ocasiones, prácticamente invisible. Difieren en el énfasis que se pone en determinados valores y difieren aún más en los medios o políticas para conseguir tales fines.

Así, los demócratas tienden a defender una intervención más activa del gobierno, especialmente el central, en cuestiones de bienestar económico y social. Los demócratas han apelado desde hace mucho tiempo a los pobres, la clase trabajadora y al “hombre común”.

Los republicanos buscan apoyos en las clases medias y altas y en los habitantes de las ciudades residenciales.

Pero, sea como fuere, Aldrich sostiene que estas diferencias son una cuestión mucho más de énfasis que de desacuerdo fundamental.

Cada uno de los dos grandes partidos es una coalición de muchos y diversos grupos. En el Partido Republicano, por ejemplo, conviven conservadores fiscales de Wall Street con conservadores sociales. Se detectan incluso contradicciones manifiestas o latentes dentro de cada partido.

No existe un conjunto pequeño de intereses fijos sino que lo que prevalece es la presencia de muchos y diversos intereses.

El problema es, por lo tanto, el contrario al de la “tiranía de la mayoría”.

El problema fundamental es cómo formar alguna mayoría capaz de emprender la acción para resolver los problemas más acuciantes de gobierno. Un partido político grande agrega grandes intereses lo suficiente como para atraer a los votantes necesarios para formar una mayoría en las elecciones.

Los partidos son intermediarios que conectan al público con el gobierno.

La diversidad de intereses conduce a un conjunto de arreglos igualmente diverso.

2) La tesis del partido responsable

Existen cuatro criterios que definen a los partidos responsables: 1) Estos partidos contraen compromisos políticos con el electorado 2) Estás dispuestos y son capaces de cumplirlos cuando están en el poder 3) Desarrollan alternativas a las políticas del gobierno cuando dejan el poder 4) Difieren lo suficiente entre ellos como para ofrecer algo distinto al electorado.

Este es un modelo normativo que da mucha importancia a la responsabilidad de los cargos electos a través del control de su partido y menos importancia a la articulación de intereses.

3) Los partidos y la competición electoral

La tercera idea de los partidos se centra en la importancia de la competición por los cargos. Esta competencia es la principal característica de los dos grandes partidos norteamericanos.

Los actores son buscadores de objetivos y sus acciones y los arreglos y pactos institucionales a los que pueden llegar son el producto de sus intentos de hacer realidad sus objetivos.

En el centro del enfoque se sitúan las elites partidarias.

El partido político es, por lo tanto, la organización que usa el equipo para realizar sus metas políticas. La victoria electoral es de suma importancia y los demás motivos se consideran secundarios.

Como dice Anthony Downs, los partidos, más que ganar elecciones para poner en marcha políticas, ofrecen y formulan políticas para ganar elecciones.

La salud de un sistema de partidos, bajo esta perspectiva, se mide por el grado de competencia existente entre los dos grandes partidos por una serie de cargos electos durante un período prolongado.

El propósito del partido es apoyar a sus ambiciosos buscadores de cargos.

Sin la competencia para ocupar el poder la ambición política no necesariamente se encauza para reflejar los deseos del público. En las elecciones la ambición de unos choca con la ambición de otros y, por lo tanto, se frenan mutuamente.

El hecho clave de buscar el apoyo popular para hacer frente a la competencia hace que los ocupantes de cargos consideren que responder a los deseos del público va en su propio interés, porque tendrán más posibilidades de elección o reelección.

Los buscadores de cargos intentarán crear una maquinaria electoral fuerte para movilizar al electorado, pero sólo si la competencia les fuerza a hacerlo. De ahí su importancia.

Una teoría de los partidos políticos: El nuevo institucionalismo

Aldrich sostiene que los partidos políticos son, o deben ser, parte integral de la vida política de una comunidad.

Uno de los puntos más importantes del enfoque reside en la idea de que son las acciones de los políticos ambiciosos quienes crean y mantienen los partidos políticos.

Es decir, son las acciones de los actores políticos los que crean los partidos en primera instancia y son también las acciones de los actores políticos los que los moldean y alteran con el paso del tiempo.

Los líderes políticos son los principales actores dentro de un partido. El público elige a sus líderes pero es el liderazgo de esas elites políticas el que legisla, ejecuta y decide las políticas. Los ambiciosos buscadores y ocupantes de cargos son, según Aldrich, los actores más importantes y principales en el partido político.

Un segundo grupo de figuras importantes en la política del partido son los que disponen o tienen acceso a los recursos críticos que los buscadores de cargos necesitan para hacer realidad sus ambiciones.

Hoy en día quienes tienen un conocimiento especializado sobre comunicaciones, encuestas, los expertos en medios y publicidad y los especialistas informáticos en obtener fondos disfrutan de una gran influencia dentro del partido, en el transcurso de las campañas electorales y dentro de los gobiernos.

Este segundo conjunto de actores del partido incluye a los denominados “buscadores de beneficios”, aquellos para los que la realización de sus metas depende del éxito del partido en conseguir cargos.

Estos individuos son importantes porque disponen de dinero, experiencia, información o, simplemente, tiempo e información que necesitan los buscadores de cargos para hacer realidad sus ambiciones.

Por este motivo, las motivaciones de los activistas o buscadores de beneficios moldean y constriñen la conducta de los buscadores de cargos del mismo modo que sus roles están, a su vez, moldeados y constreñidos por los buscadores de cargos. Es una relación de dependencia e influencia mutua.

Sin embargo, los votantes no son ni buscadores de cargos ni buscadores de beneficios por lo que no forman parte del partido político. Los votantes son muy importantes pero lo son en cuanto blanco de la actividad del partido.

Los partidos “producen” candidatos, programas electorales y políticas y los votantes los “consumen” al dar sus votos a cambio del producto del partido.

Sin duda, algunos votantes se convierten en buscadores partidarios de beneficios al hacerse activistas, bien como voluntarios ocasionales, como contribuyentes regulares o incluso como candidatos.

Pero hasta que llevan a cabo estas actividades son algo así como unos “consumidores fieles”, algo así como los más leales a la marca, pero no dejan de ser simplemente el blanco de los esfuerzos del partido para vender sus mercancías en la plaza.

La gran conclusión de Aldrich es que los buscadores y ocupantes racionales de cargos usan el partido para alcanzar sus fines.

Pero Aldrich advierte también de que el nuevo institucionalismo que propone no es una teoría en la que los buscadores de cargos electos simplemente maximizan sus probabilidades de elección y reelección. Bien pueden tener valores y principios fundamentales y preferencias sobre algunas políticas como medios para alcanzar sus fines.

Ganar elecciones es para los políticos un medio para alcanzar otros fines (fines políticos o de carrera personal) y el partido político es un medio para alcanzar esos otros fines.

El problema de la ambición y la búsqueda del cargo electo

Los buscadores de cargos electos, como su nombre indica, quieren ganar elecciones para obtener esos cargos. Los partidos regulan el acceso a esos cargos. Si el cargo en cuestión está muy valorado, habrá más aspirantes que cargos y el partido existe para regular esa competición y canalizar esas ambiciones.

Para Aldrich, el problema de la competición por cargos muy valorados es que no tiene solución. No se trata sólo de un problema de acceso a los cargos gubernamentales, sino también un problema interno de cada partido en cuanto el partido se convierte en una puerta importante de acceso al poder.

El problema de la toma de decisiones para el partido y el sistema político

Los partidos pueden contribuir, en primera instancia, a conseguir la meta de lograr mayorías políticas, pero también a la meta a menudo más difícil de mantener esas mayorías.

El problema de la elección colectiva

Para ganar el cargo los candidatos no sólo requieren la nominación del partido. Su elección requiere persuadir a los miembros del público para que apoyen esa candidatura además de movilizar al mayor número de seguidores posible.

La movilización es quizá el mayor problema de la acción colectiva. ¿Cómo consiguen los candidatos que sus seguidores les voten? Para Aldrich, el partido político ha sido durante mucho tiempo la solución a este interrogante.

El interés de los buscadores y ocupantes de cargos es ganar las elecciones

Los políticos se dirigen al partido cuando creen que hacerlo aumenta sus perspectivas de obtener el resultado deseado, y se alejan de él si no lo hace.

El fracaso del acceso ordenado al cargo tiene el riesgo de que se produzca una competición desregulada y salvaje. La incapacidad del partido para desarrollar medios efectivos de nominación y apoyo a candidatos influye directamente en las probabilidades de victoria de sus candidatos.

Para Aldrich resulta difícil ganar elecciones a un cargo importante sin el respaldo de un gran partido. Por dos motivos:

1) Los partidos son instituciones y, por lo tanto, disfrutan de cierta durabilidad. Una organización permanente y duradera aumenta las probabilidades de conseguir las metas propuestas.

2) Como el sistema de EEUU se rige por el sistema de mayoría simple, la elección al cargo requiere de un apoyo muy amplio y diverso. Esta circunstancia, según Aldrich, está en la base de los incentivos que han tenido los políticos para crear y mantener los partidos políticos.

De este modo Aldrich concluye que los partidos pueden contribuir más y con más frecuencia a la victoria de los ocupantes de cargos que otras alternativas. Los políticos se dirigen a los partidos en cuanto que instituciones diseñadas para mejorar su situación. Son soluciones institucionalizadas.

Aunque se reconoce que en algunas ocasiones los buscadores de cargos intentarán realizar sus metas eligiendo otras instancias, el partido político ha demostrado ser útil con regularidad.

Referencias

– Aldrich, J. H. (2012). ¿Por qué los partidos políticos? Madrid. CIS.

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