Circunscripciones y candidaturas (Nohlen)

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Por Antón R. Castromil / Contacto

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¡Ojo! El siguiente texto es un extracto de la obra de Dieter Nohlen que se cita al final del artículo. En esta web estamos en contra de la piratería y de la citación anónima.

La distribución de las circunscripciones electorales es de importancia vital para las oportunidades electorales de los partidos políticos.

Es por ello que la distribución de las circunscripciones electorales es una de las cuestiones políticamente más discutidas de un sistema electoral. En muchas ocasiones la oposición centra su crítica al sistema en este punto.

Las circunscripciones electorales no pueden definirse de una vez y para siempre. Los movimientos poblacionales y la emigración exigen el ajuste permanente de las circunscripciones a las nuevas realidades demográficas ya sea mediante un cambio geográfico de los límites de las circunscripciones electorales o mediante el cambio en el número de escaños en las circunscripciones.

La representación desigual de los sectores sociales, sobre todo en cuanto a áreas urbanas y rurales, es tradicional en casi todos los países.

Ello choca con el principio democrático de que cada voto debe tener el mismo peso. La igualdad de los votos se logra cuando cada escaño representa la misma cantidad de habitantes. Sin embargo, hay argumentos políticos considerados como justificados que permiten ciertas desviaciones de este ideal.

En muchos lugares del mundo se suele querer otorgar a la población rural en desventaja una representación desproporcional a fin de fortalecer su influencia sobre los actores nacionales. Pero, en muchas ocasiones, este argumento no es sincero ya que esconde una ventaja político-partidista.

La fijación del principio de igualdad mediante la fijación de un promedio de habitantes por escaño tiene dos variantes técnicas.

La primera implica la distribución de circunscripciones electorales con un número de habitantes cercano a la proporción por escaño. Esto se logra, básicamente, dividiendo el país en circunscripciones uninominales cuyos límites deben ajustarse constantemente a la variación demográfica.

La segunda fórmula implica el cómputo de la proporción de escaños atribuible a una circunscripción con base al número total de habitantes que tiene. Este método es típico de los sistemas con distritos plurinominales. El número de escaños por circunscripción varía con arreglo a las variaciones demográficas.

Pero los diferentes tamaños de circunscripciones pueden provocar distorsiones si un país muestra grandes diferencias de desarrollo (zonas industriales muy pobladas y zonas rurales muy deshabitadas).

El tamaño de las circunscripciones

Por tamaño del distrito electoral no entendemos su extensión geográfica sino su densidad, cifrada en el número de escaños que le corresponden. Puede haber distritos muy pequeños en términos de kilómetros cuadrados pero muy densos en cuanto al número de asientos parlamentarios que contienen.

El tamaño de las circunscripciones electorales determina el efecto proporcional de un sistema electoral dado. Según su tamaño se puede hablar de circunscripciones uninominales o plurinominales. En las primeras sólo es posible el principio de decisión por mayoría (absoluta o relativa), mientras que en los distritos plurinominales también es posible la aplicación del principio de decisión proporcional.

Sin embargo, la categoría de distrito plurinominal es poco precisa pues abarca todas aquellas circunscripciones con más un diputado a elegir. En la práctica nos encontramos con circunscripciones plurinominales de todos los tamaños.

En la mayoría de los casos estas circunscripciones tienen un número variable de escaños (circunscripción plurinominal variable) aunque en otros casos el número de escaños es siempre el mismo (circunscripción plurinominal uniforme).

Los sistemas de circunscripciones fijas uninominales favorecen el bipartidismo, los binominales al segundo partido más grande (el segundo partido más votado puede igualar en representación al primero si obtiene más de 1/3 de los votos frente a los 2/3 del más votado).

El sistema binominal tiene, por lo tanto, efectos mayoritarios (reduce el número de partidos más allá de los dos más votados) y distorsionadores (perjudica al partido mayor).

El sistema trinominal restituye la ventaja del partido mayor y su efecto es también reductivo, así como los distritos de densidades más bajas.

Para determinar los efectos de los distritos plurinominales de densidad variable es necesario definir subtipos: circunscripciones pequeñas, medianas y grandes. En general se considera distrito pequeño el que envía al parlamento entre 2 y 5 diputados, mediano el que envía entre 6 y 10 y grande el que envía más de 10.

En este tipo de distritos plurinominales de densidad variable se puede establecer la siguiente regla: cuando más pequeña es la circunscripción menor es el efecto proporcional del sistema electoral, esto es, disminuyen las posibilidades de representación de los partidos más pequeños.

En las circunscripciones de 3 escaños el porcentaje mínimo para obtener un escaño es del 18% frente al 9% de otro con 9 escaños. Esta proporción mínima actúa como barrera efectiva o umbral de representación que va reduciéndose al aumentar el número de escaños disponibles en un distrito.

Tamaño distrito Umbral de representación Efecto proporcional
Pequeño Alto Bajo
Medio Medio-alto Medio-alto
Grande Bajo Alto

Al reducir el tamaño de las circunscripciones se aumenta la desproporción entre votos y escaños y viceversa: la proporcionalidad aumenta al aumentar la densidad de los distritos.

Esta circunstancia permite cambiar radicalmente los efectos de un sistema electoral dentro de una misma fórmula proporcional. Incluso es posible que la mera variación en el tamaño de las circunscripciones convierta un tipo básico de sistema electoral en otro.

Los efectos del tamaño de las circunscripciones

En la mayoría de los países donde las elecciones se realizan en circunscripciones plurinominales se caracterizan por la variación de su tamaño. Encontramos a la vez circunscripciones pequeñas, medianas y grandes. La variación del tamaño puede ser grande como sucede en España donde el escaño más pequeño envía 1 diputado a las Cortes y el más grande 33.

La combinación de circunscripciones electorales de diferentes tamaños produce un efecto de representación proporcional limitada. El efecto no es muy proporcional debido a las circunscripciones pequeñas y medianas, pero tampoco es exageradamente mayoritario puesto que los distritos grandes no perjudican prácticamente a los partidos pequeños.

Ahora bien, la diferencia en el tamaño de las circunscripciones dentro de un sistema electoral establece condiciones diferentes para la representación de los grupos políticos.

Los partidos pequeños tienen pocas posibilidades de obtener escaños en los distritos pequeños y medianos y, en consecuencia, es de esperar que concentren sus esfuerzos en las circunscripciones grandes.

Si el tamaño de los distritos varía definiéndose sus límites con arreglo a fronteras administrativas (como sucede en España con las provincias), las grandes aglomeraciones urbanas se convierten en circunscripciones grandes, mientras que en las zonas rurales prevalecen circunscripciones pequeñas y medianas.

Las consecuencias de este reparto son: En las zonas urbanas muy pobladas la aplicación de la fórmula proporcional se traduce en representación casi proporcional mientras que en los distritos rurales medianos y pequeños no se produce una representación proporcional, sino que sale favorecido el partido mayoritario.

Los partidos que tienen sus bastiones en zonas rurales (distritos pequeños y medianos) salen favorecidos de este tipo de sistemas al favorecerse también del efecto proporcional de los distritos grandes. Aquellos otros partidos que obtienen la mayor parte de sus apoyos en las ciudades sufren sub representación.

La distorsión se refleja en el hecho de que el partido dominante en las áreas urbanas requiere más votos para la misma cantidad de escaños que el partido dominante en las zonas rurales.

Con la misma cantidad de votos un partido obtiene más escaños que otro.

La candidatura

En el ámbito de la candidatura se diferencia entre candidatura unipersonal y la lista o plancha. Pero, contrariamente a lo que muchos piensan, la personalidad del candidato puede dominar incluso más en la lista que en la candidatura individual.

Las diferentes formas de lista y de votación otorgan al elector mayor o menor influencia en la selección de los candidatos.

Según la forma de la lista el votante puede escoger su candidato preferido entre los aspirantes de su partido preferido o también entre los de otros partidos.

Tenemos:

1) La lista cerrada y bloqueada sólo permite al elector votar en bloque por un partido. El orden de los candidatos es establecido por los partidos. Este tipo de listas hace a los candidatos más dependientes del partido y a éstos más fuertes. Por otra parte, permite a los partidos planificar la composición de sus grupos parlamentarios.

2) La lista cerrada y no bloqueada permite que sea el elector el que decida quien o quienes representarán al partido. El partido se limita a estructural tal decisión. El diputado electo sabe que debe contar no sólo con el respaldo de su partido (como en los sistemas de listas cerradas y bloqueadas) sino también con el de los electores. Ellos deben ser los que marquen su nombre con una equis. La dependencia del candidato con respecto al partido es algo menor.

3) La lista abierta permite al elector pasar por encima de las fronteras partidistas y configurar su propia lista. Las listas que elaboran los partidos es sólo una propuesta que puede o no ser seguida por el votante.

De todo esto se deriva la impresión de que las formas que adopten las listas electorales afectan a la relación que se establece entre el elector y el candidato, por un lado, y a la relación entre los candidatos y sus respectivos partidos.

Históricamente se suele identificar a los partidos de masas con las listas cerradas y bloqueadas y a los de notables o cuadros con las listas cerradas y no bloqueadas.

Referencias

– Nohlen, D. 1994): Sistemas electorales y partidos políticos. México. FCE.

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