Democracia de partidos (Manin)

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Por Antón R. Castromil / Contacto

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¡Ojo! El siguiente texto puede contener extractos literales de la obra de Bernad Manin. Queda citada por adelantado la obra de la que procede: Los principios del gobierno representativo. En esta web estamos en contra de la piratería y de la citación anónima.

La democracia de partidos surge con la progresiva ampliación del electorado, de sólo un puñado de votantes se pasa ahora a miles, cientos de miles y, finalmente, millones de lectores.

El simple aumento del electorado hace imposible que se establezca una relación de conocimiento personal entre el representante y el representado, como había sido la tónica habitual en el parlamentarismo.

Los ciudadanos ya no votan a alguien a quien conocen personalmente como en el parlamentarismo primigenio, sino a alguien que lleva los colores de un partido.

En este sentido, los partidos políticos fueron creados con el fin de movilizar a un electorado ampliado.

Cuando el gobierno representativo se convierte en un régimen dominado por los partidos de masas (con la implantación de la sociedad de masas), el carácter elitista del régimen (que antes era censitario, no lo olvidemos) no desaparece (con el sufragio universal), sino que más bien surge un nuevo tipo de elite: Las burocracias de los partidos políticos.

Al votar a los candidatos de los partidos, los electores consienten la labor de los propios partidos convirtiéndose la democracia en una democracia de partidos. En este tipo de democracia las figuras más importantes son los activistas (que llegarán a ser candidatos o votarán el alzamiento de un determinado candidato) y los propios partidos (todo el sistema gira en torno a ellos).

La construcción de las opiniones sobre asuntos públicos y de la opinión electoral (voto) depende de los partidos, es decir, se vota a partidos.

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Las divisiones de clase

Las elecciones no son ya, como en el inicio del sistema liberal burgués, una opción por una determinada persona conocida personalmente por los votantes y que genera confianza.

En las democracias de partidos las divisiones electorales se estructuran en torno a divisiones de clase. Durante décadas, votar en Alemania, Inglaterra, Austria o Suecia fue un modo de expresar una identidad de clase.

El voto no era una opción sino una cuestión de identidad y de destino social. Cada votante tenía “su” partido. Las comunidades estaban unidad por poderosos lazos de identificación y la representación política se entendía como un reflejo de la estructura social.

El conflicto social es anterior a la política. Este tipo de democracia de partidos surge producto de la industrialización y de los conflictos que ésta provocó.

El representante en la democracia de partidos está obligado a hacer aquello que le dicta el partido que lo ha seleccionado y aupado al puesto que desempeña. Es un mero portavoz (recordemos la lógica de la muestra o el mandato).

Por lo tanto, lo que impera en el parlamento es una estricta disciplina de voto y un gran control de los diputados por parte de la burocracia del partido.

La Opinión Pública en las democracias de partidos está construida siguiendo divisiones partidistas. La prensa es una prensa de partido con una clara orientación política, muy poco expuesta a las opiniones de la oposición y orientada principalmente a reforzar la estabilidad de las opiniones e identificaciones de cada bando.

La división de la opinión pública coincide con las divisiones electorales. La opinión pública no tiene otra voz que la del partido.

La pluralidad de la opinión pública en la democracia de partidos tiene que ver con la existencia de otros partidos antagónicos, sus órganos de expresión propagandística y la opinión pública que les sigue. La mayoría de los ciudadanos, por lo tanto, pueden articular opiniones fuera del control de sus dirigentes.

La deliberación pasa a un segundo lugar

Las reuniones en el parlamento dejan de ser deliberaciones en donde el representante podría cambiar de opinión como resultado del intercambio dialéctico con otros diputaos (como en el parlamentarismo primigenio, recuérdese a Burke).

En la democracia de partidos los representantes no votan a la luz del intercambio de argumentos, sino como resultado de decisiones tomadas en otros lugares: en el seno de los partidos. Así, el bando mayoritario apoya sistemáticamente al gobierno y el minoritario se opone siempre a ellas.

Más que el fin de un régimen basado en la discusión, podría decirse que tal discusión se traslada a otro lugar (importancia de las burocracias internas y de los militantes de los partidos).

Referencias

– Manin, B. (1998): Los principios del gobierno representativo. Madrid. Alianza.

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