El partido cartel (Mair y Katz)

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Por Antón R. Castromil / Contacto

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¡Ojo! El siguiente texto puede contener extractos literales de la obra de Mair y Katz colaboradores. Al final del artículo se citan las dos obras de las que procede el texto. En esta web estamos en contra de la piratería y de la citación anónima.

Peter Mair y Richard S. Katz sugieren que en la actualidad los partidos europeos están entrando en una nueva fase en la que se ha superado el modelo de partido catch all y lo característico ahora es el predominio del partido en las instituciones públicas.

El partido cartel pone el énfasis del privilegio del que goza el partido en las instituciones públicas frente a las otras dos caras de la organización partidista (afiliados y dirección central).

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Veamos los síntomas que indican que esto es así, que la “carterización” de los partidos avanza en las sociedades actuales:

1) El primer y más obvio síntoma de esta nueva pauta de equilibrio interno de poder en los partidos atañe a la distribución de los recursos financieros dentro del partido y, sobre todo, a la distribución de las subvenciones estatales.

En la mayoría de los países las subvenciones se concedieron primero a los grupos parlamentarios de los partidos y sólo más tarde se otorgaron a la dirección central del partido.

Pero todavía ahora el grueso de los subsidios continúa yendo al grupo parlamentario. Esto indica que la ayuda estatal es uno de los factores que proporciona una ventaja clara a quienes controlan las instituciones públicas.

2) También es indicativo que el aumento del personal de los grupos parlamentarios y, por lo tanto, del partido en las instituciones, superó al número de empleados en las sedes centrales de los partidos. Por supuesto, esto es consecuencia, en parte, del punto primero.

Puesto que los empleados constituyen uno de los recursos más cruciales en toda organización, estos datos confirman un sesgo creciente hacia el partido en las instituciones.

3) La mayoría de los partidos europeos occidentales relevantes y duraderos ha disfrutado recientemente de un período de poder en los gobiernos nacionales y la mayoría de estos partidos está ahora orientado hacia la ocupación de cargos públicos.

Es decir, quedan ya muy pocos partidos de oposición relevantes, lo que ahora existen son partidos relevantes fuera del gobierno que se limitan a esperar su turno para volver a él.

Los partidos que permanecen excluidos del poder son partidos pequeños que representan sólo posiciones ideológicas (o en ciertas issues) extremas. Los grandes partidos incluyen incluso propuestas “verdes” o miembros de la extrema derecha para ampliar sus bases.

El poder en el que han estado estos grandes partidos es, por sí mismo, un agente de socialización. A menudo la estructura organizativa de los partidos está influida por su paso por las instituciones.

A medida que las labores de gobierno se convierten en algo habitual en un partido y en una expectativa para los partidos más relevantes, se puede también anticipar que esa situación (ocupar cargos) permite al partido en las instituciones adquirir mayores niveles de estatus, prestigio y autonomía.

Proceso de gubernamentalización de los partidos

En suma, asistimos en la actualidad a un proceso de parlamentarización o gubernamentalización de los partidos, una tendencia que hace que aumenten las posibilidades de relegar a un segundo plano al partido de los afiliados y al partido de la organización central.

Se tiende a conceder más peso a los parlamentarios y a sus líderes en comparación con lo que sucedía en la década de 1960-1970, reduciéndose así el poder de los representantes del partido que no ostentan cargo público.

4) Se observa también un progresivo desplazamiento de los burócratas del partido a favor de los profesionales especialistas en un intento por profesionalizar y despolitizar la organización del partido.

Ello crea condiciones para que los líderes en las instituciones públicas puedan ganar autonomía, sobre todo porque las actividades de estos nuevos profesionales están orientadas a ganar apoyos dentro del electorado que en la organización y en el mantenimiento del partido como base de afiliados.

5) Al considerarse la televisión y otros medios de comunicación de masas como las vías prioritarias de comunicación entre los líderes de los partidos y los votantes, las campañas de los partidos se han centralizado y nacionalizado facilitando que los partidos hablen con una sola voz nacional.

Los mensajes específicamente locales han ido perdiendo importancia en las campañas nacionales lo que implica que los partidos necesitan aplicar menos esfuerzos a la organización y movilización de sus afiliados.

El papel de los afiliados

Los líderes de los partidos se han convertido en el partido en sí; y son líderes con cargo ya que el cargo ofrece una visibilidad aún mayor por las tendencias a así considerarlo por parte de los medios de comunicación.

Ello deriva en una especie de “atrofia” del partido de los afiliados.

Sin embargo, los afiliados siguen ofreciendo a los partidos un recurso valioso en términos de tiempo y dinero, constituyen una importante fuerza de reserva. Pero estos beneficios ya nos son cruciales e imprescindibles sino que se han vuelto prescindibles.

La contribución de los afiliados a la campaña es cada vez más innecesaria merced al empleo de profesionales y de los medios de comunicación (y, dentro de ellos, de las tecnologías de la información).

Mair y colaboradores sostienen que se puede realizar una creciente asociación entre el ascenso del partido en las instituciones y el proceso de carterización, por un lado, y el aumento de la desafección y desconfianza con respecto a los principales partidos.

Como los líderes de los partidos son cada vez más autónomos de sus seguidores y están cada vez más “en su propio mundo” es casi inevitable que sean percibidos como más lejanos.

Pero cuando esta percepción de lejanía se acompaña, además, de una percepción de fracaso en su gestión puede desarrollarse un sentimiento de alienación y de desconfianza que perciba el liderazgo político no sólo como algo distante sino también como algo que sólo busca el interés propio de esos líderes.

Por otro lado, aparecen una suerte de “partidos antipartido” que combinan el llamamiento a los votantes alienados con los partidos establecidos con apelaciones, en el caso de la extrema derecha, xenófobas, racistas y antidemocráticas; y con apelaciones a recuperar la esencia de la política y los valores ciudadanos; en otros partidos de corte populista/izquierdista.

Estos partidos se oponen a los procesos de carterización que están experimentando los partidos consolidados-tradicionales.

Por último, la primacía del partido en las instituciones puede dar pie a la consideración de privilegio del partido en las instituciones públicas usándolas en beneficio propio. Es decir, el uso del estado para fortalecer al partido en términos de subsidios, recursos humanos y estatus.

Con el declive del partido de los afiliados los partidos han conseguido asegurarse su propia supervivencia como organizaciones invadiendo en mayor o menor media el estado y, al hacerlo, podrían estar abonando su propia crisis de legitimidad popular. De tener privilegios.

Referencias

– Mair, P. y Katz, R. (2007): “La supremacía del partido en las instituciones públicas: El cambio organizativo de los partidos en las democracias contemporáneas” en Montero, J. R.; Gunther, R. y Linz, J. J. (eds): Partidos políticos. Viejos conceptos y nuevos retos. Madrid. Trotta.

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