Funciones institucionales de los partidos (Cotarelo)

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Por Antón R. Castromil / Contacto

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¡Ojo! El siguiente texto puede contener extractos literales de la obra de Ramón Cotarelo que se cita al final del artículo. En esta web estamos en contra de la piratería y de la citación anónima.

Estudiamos aquí las funciones que suelen atribuirse a los partidos políticos en cuanto integrantes de plano derecho de la organización estatal de la sociedad en la que se trate.

Es decir, en cuanto que partícipes decisivos en el proceso político de la comunidad en la que operan.

Hablaremos de cuatro grandes funciones, que tienen que ver con instituciones como la denominada clase política, las elecciones, el parlamento y el gobierno.

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1) Reclutamiento y selección de elites

Una de las consecuencias más inmediatas de que sean los partidos las instituciones que priman en la celebración de las elecciones es que son también ellos los encargados de seleccionar quiénes serán las personas que van a presentarse a esas elecciones.

Desde luego, existen otras vías para hacer carrera política a través de organizaciones como los sindicatos y las patronales, la actividad profesional de prestigio, la administración pública, la visibilidad mediática o la militancia en movimientos sociales.

Sin embargo, la vía más común y directa para acceder a puestos de gestión pública es y sigue siendo a través de los partidos políticos, tal y como Bernand Manin establecía en su democracia de partidos.

Esta labor de selección de líderes ha dado lugar a estudios clásicos como el de Robert Michels sobre las tendencias oligárquicas que se viven dentro de los partidos. Es la famosa “ley de hierro” de los partidos políticos.

Ha habido críticos a la obra de Michels (Alexander Schiffrin) que sostienen que la burocracia partidista, lejos de favorecer las tendencias oligárquicas, lo que facilitan, en una línea muy weberiana, es la legitimidad democrático-racional precisamente por su carácter racional y neutral.

Michels demuestra que en todo partido, incluso en los revolucionarios, se genera un sistema oligárquico en su funcionamiento y que toda oligarquía está reñida con la democracia.

Pero los críticos de Michels sostienen que, precisamente, que las democracias representativas funcionan sobre la base de las elites. Cabría decir que la renovación pacífica de las elites gobernantes es un puntal básico del sistema representativo.

Las elites partidistas conforman en su conjunto la elite política de un país, la denominada clase política.

De este modo el reclutamiento de estas elites por parte de los partidos contribuye a dar estabilidad a los sistemas políticos en los que operan incidiendo en un proceso muy importante: la profesionalización de la política.

La profesionalización de la política es una consecuencia inevitable de la consolidación de la democracia representativa y de las elecciones y los partidos como modo de selección de gobernantes.

La profesionalización hace que, por lo general, las elites partidistas tengan una duración media de vida activa más larga de lo que era habitual en el parlamentarismo del siglo XIX lo que tiende, en gran medida, a reforzar la existencia de una clase política cohesionada.

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2) Organización de las elecciones

Por costumbre y por ley se viene reservando a los partidos políticos el proceso electoral en su totalidad. Además, son los propios partidos los que más influyen en la legislación electoral y son ellos los que deciden la orientación en uno u otro sentido del régimen electoral.

Se suele considerar que son los partidos los que ganan o pierden elecciones y no tanto las personalidades.

En la actualidad las cuestiones ideológicas y de clase han ido perdiendo el peso de antaño y resulta más habitual hablar de elecciones en términos de asuntos concretos (issues) que entran en campaña (a través, generalmente de los medios de comunicación) y que son objeto de debate, posicionamiento y lucha por los votos.

Los debates sobre temas suelen ser, por su propia naturaleza, mucho más técnicos que aquellos otros debates de corte más ideológico (aunque no dejan de estar relacionados). Por ello, resulta imposible que una sola persona pueda hablar como especialista perpetuo de la multiplicidad de asuntos que componen las campañas modernas.

De aquí se deriva la superioridad del partido sobre la persona, ya que son los partidos los que facilitan a los candidatos (que previamente han seleccionado, no lo olvidemos) los medios y conocimientos técnicos adecuados para una amplia gama de campos y cuestiones de debate.

Además, los partidos son la única institución que puede garantizar la homogeneidad de los mensajes electorales, de modo que éstos sean reconocidos como análogos y pertenecientes al mismo partido, por encima de las diferencias que pudieran existir entre los diferentes candidatos individuales.

El predominio de los partidos en este ámbito resulta imprescindible en las sociedades industriales avanzadas, caracterizadas sobre todo por un amplio grado de complejidad social. Los partidos reducen y etiquetan esa complejidad en una marca electoral.

Por lo demás, los partidos son los encargados de presentar las candidaturas, llevar a cabo la campaña electoral en sus distintas formas, determinan qué afiliados y candidatos participan en la campaña y en qué términos, designan los interventores en las mesas electorales, participan en el escrutinio de los votos, pueden plantear recursos si así lo estiman oportuno…

Es decir, resulta casi imposible pensar en un sistema electoral y en unas elecciones concretas en ausencia de los partidos políticos como no sea en comunidades políticas muy reducidas en las que todo el mundo se conoce.

La maquinaria burocratizada de los partidos es quien decide quién se presenta y quién no se presenta a las elecciones lo cual le otorga un poder considerable y casi ilimitado sobre las carreras políticas de sus afiliados.

Este poder del aparato es menor, aunque no desaparece, en sistemas políticos en los que se utiliza el método de las primarias para la nominación de los candidatos y se refuerza en aquellos otros sistemas con listas de partido cerradas y bloqueadas.

3) Organización y composición del parlamento

El parlamento sirve, en origen, como lugar de representación individual de alcance nacional, como foro de deliberación para, a partir de tal deliberación, adoptar medidas legislativas o ejecutivas.

Pero los parlamentos han ido perdiendo facultades a favor de los partidos (y otras instituciones como los medios de comunicación). Los parlamentos son, cada vez más, lugares de tratamiento disciplinado de las decisiones adoptadas en las plantas nobles de los partidos además de un medio de institucionalizar tales decisiones.

Las funciones tradicionales del parlamento: discusión y crítica han sido sustituidas por la exhibición y la aclamación.

Sin embargo, la consideración del parlamento como órgano deliberativo en el siglo XIX es más una idealización que una realidad histórica. No está claro que el órgano legislativo haya sido en verdad un lugar de discusión, debate y decisión que la teoría política señala, como hemos visto a lo largo de la legislatura.

Si bien el parlamento conserva parte de sus funciones originales, los ámbitos en los que de verdad se ejerce el poder político son los partidos políticos y el gobierno.

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Resulta curioso que estas dos instituciones (partidos y gobiernos) sean las que están asumiendo la mayor parte de las funciones originarias del legislativo (junto con los medios de comunicación) cuando, precisamente, ambos deben su existencia y razón de ser al parlamento.

Como vimos ya muchos partidos nacen de agrupaciones de parlamentarios con algún tipo de nexo en común (territorial, ideológico). Los gobiernos en muchos sistemas parlamentarios no son más que emanaciones del propio legislativo.

Por otra parte, los partidos políticos con las instituciones que permiten que el parlamento pueda organizarse y son garantía, además, de su funcionamiento a través de la imposición de una férrea disciplina de voto.

Parece evidente afirmar que cuando esta disciplina de voto parlamentaria es más débil lo es también la cohesión y funcionamiento de los propios partidos políticos tal y como sucede en Estados Unidos.

Los parlamentos, por otra parte, suelen ser lo suficientemente numerosos (en aras de su representatividad) como para aconsejar que su funcionamiento se canalice a través de grupos parlamentarios que se organizan, a su vez, a través de los partidos políticos.

En los sistemas presidencialistas, de elección directa del presidente, la experiencia demuestra la importancia decisiva de los partidos sólo en la nominación del candidato a presidente. Sin embargo, una vez realizada la elección y accedido éste al cargo, la importancia de los partidos desciende dramáticamente.

En los regímenes parlamentarios, donde el ejecutivo emana del legislativo y depende de él, la influencia de los partidos es permanente aunque diferente según se cuente con mayoría absoluta o relativa.

Veremos estas cuestiones al hablar de los sistemas de partidos.

4) Composición y funcionamiento del gobierno

La tendencia de las democracias representativas actuales es a dejar de lado (relativamente) la fiscalización de los gobiernos y a potenciar la tendencia a otorgarles una proporción muy elevada de iniciativa legislativa.

Esto es especialmente cierto en los sistemas parlamentarios en los que el poder ejecutivo deriva directamente del legislativo y muestra, por lo tanto, la misma composición que éste.

Por lo tanto si los partidos dominan los gobiernos y estos los parlamentos, de ahí se deriva la importancia de los partidos en los regímenes políticos actuales, especialmente en aquellos en los que la estabilidad de los gobierno depende de los apoyos parlamentarios canalizados a través de partidos cohesionados.

Referencias

Cotarelo, R. (1996; V. O. 1985): Los partidos políticos. Madrid. Editorial Sistema.

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