El ejecutivo PSOE-Unidas Podemos que acaba de echar a andar cuenta con muchos desafíos inminentes: la economía o la cuestión catalana, por ejemplo. Pero, lo más inmediato de todo será establecer una pauta de actuación coordinada entre dos partidos muy diferentes. Se trata del primer experimento de este tipo en España y no parece tarea fácil…
Nunca antes, a nivel nacional, habíamos tenido un gobierno de coalición. Sí han existido en los niveles estatales o, como se dice aquí en España, en las Comunidades Autónomas o los ayuntamientos. Pero no a nivel nacional.
El primer intento se produjo con las elecciones generales de 2000 en las que los socialistas del PSOE (con Joaquín Almunia como candidato) y los comunistas de Izquierda Unida de Francisco Frutos hicieron campaña conjunta por un gobierno de coalición.
Fue un fiasco. No sólo por la poca coordinación de campaña, sino por los propios resultados electorales, muy lejos de la materialización de tal gobierno. Bien al contrario, José María Aznar, del Partido Popular, obtendría la primera mayoría absoluta de la historia de la derecha española tras la reinstauración de la democracia.

Pues bien, ahora sí. El PSOE y los, de alguna manera (aunque no sólo) herederos de esa Izquierda Unida –Unidas Podemos– se han puesto manos a la obra.
Las expectativas de engranaje y éxito de este gobierno son más bien bajas, lo que a mí me parece un elemento que juega a su favor.
Tres creo que son los desafíos más inmediatos del gobierno: su coordinación, la cuestión catalana y la economía. Y, de entre ellos, el primero parece, si no el más importante -que puede no serlo- sí el más visible e inmediato. Un elemento que envuelve al gobierno como un todo, como un producto político y se lo ofrece al escrutinio ciudadano.
Los ciudadanos deben ver en el ejecutivo sólo un ejecutivo, no dos, remando en direcciones contrapuestas. Tienen que poder ver que se va hacia un destino, hacia un objetivo común. Que hay proyecto, vamos.
Aquí las políticas sociales y de igualdad pueden ayudar mucho: las pensiones, la derogación de la reforma laboral de Mariano Rajoy, la subida del sueldo de los funcionarios…
Pero, seguramente, habrá otros temas de debate en los que las dos formaciones que constituyen el gobierno tiendan a chocar más. En la cuestión catalana, por ejemplo.
Conviene que PSOE y UP establezcan claros y frecuentes protocolos de relación. Y que lleven a cabo una coordinada política de comunicación.
Otro elemento que se debería gestionar bien, además de los temas de debate/gestión más hostiles, tiene que ver con la gestión del éxito y/o el fracaso.
Ambos pueden hacer daño. Conviene que se repartan las dos cosas. Que no sea un partido el que quiera recoger en exclusiva los réditos de una buena gestión, si la hubiera. O, al revés, que no se pongan en liza estrategias de evasión de responsabilidades atribuyendo la culpa sólo a uno de los dos actores.
El camino que ahora se emprende es un camino conjunto. Algo así como lo que sucede con la vida en pareja. Y ya se sabe lo feo que resulta cuando uno echa las culpas siempre al otro.
¡Salud y ciencia!
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