Todos nos equivocamos

En política asumir que uno se ha equivocado es difícil. No abundan los casos de representantes que asuman su error y, o bien pidan disculpas y corrijan el rumbo, o bien, si la cosa ha sido grave, terminen dimitiendo. ¿Por qué es esto así? Mis reflexiones sobre la equivocación política surgen a raíz de todo el lío de la reforma de la ley del “Solo sí es sí”. Sigue conmigo y te lo cuento…

La equivocación es algo inherente al ser humano. Sobre todo, porque vivimos en un mundo complejo. Complicado. Nuestras acciones, aún suponiendo que vayan por el buen camino, pueden desembocar en consecuencias queridas y no queridas. Previstas y no previstas. Dicho en cristiano. Nos equivocamos cuando obramos “mal”. Algo que, no sé a vosotros, pero a mí me pasa constantemente. Pero nos equivocamos también cuando obramos “bien”. Porque siempre es posible que, obrando “bien”, la consecuencia del acto no sea tan buena.

Filosofía aparte, veamos la aplicación de la equivocación al terreno político. Que es lo nuestro.

La escasa tendencia de los representantes políticos a asumir errores puede venir, creo yo, de dos lugares complementarios.

1) Por la erótica del poder y la sensación de infalibilidad que produce. Los políticos ni rectifican ni asumen errores. Muchas veces porque se creen en posesión absoluta de la verdad. Se equivocan los votantes, no los que son votados. La polarización y la ideología hacen el resto. El error no existe. Solo existe una interpretación contraria y maliciosa de una acción dada.

2) Por la sensación de que los errores se perciben como debilidad y la debilidad conduce a la derrota electoral. Asumir que uno se ha equivocado tiene costes. O, al menos, así se suele entender. La falta de fortaleza es algo que los políticos no pueden permitirse. Las elecciones están siempre a la vuelta de la esquina.

Pero yo creo que asumir errores humaniza. Puede ser, además de una justa consecuencia de lo que se ha hecho mal, una buena cosa también desde el punto de vista estratégico.

El error humaniza, más que nada, porque todos nos equivocamos. Asumir una equivocación hace descender de sus atalayas a los representantes palaciegos.

Ley del solo sí es sí

Todas estas reflexiones me asaltan a raíz del jaleo montado por la famosa ley del “Solo sí es sí” (Ley Orgánica 10/2022 de garantía integral de la libertad sexual). Resulta imposible que no sepáis la aprobación de la ley ha supuesto la rebaja de penas de muchos convictos por delitos, precisamente, relacionados con el mal que pretende atajar.

El gobierno de coalición PSOE-UP parece estar sufriendo un importante desgaste por la alarma social provocada. Sobre todo, entre sus bases más moderadas. De ahí que el PSOE, receptor natural de los votos moderados en la izquierda, haya decidido cortar por lo sano. Emprender una reforma cuanto antes de la maldita ley. A costa, incluso, de provocar un cierto desorden en el gobierno de coalición. Estamos en año electoral, no lo olvidemos.

Se está produciendo, por lo tanto, un choque de trenes entre el PSOE y UP, promotor de la ley. La izquierda destripándose mutuamente. ¿No les suena de algo?

Y aquí volvemos al principio del post: ¿Y si se reconoce el error? ¿Y si se pone solución de la forma más honrosa posible, trabajando juntos? ¿Y si, para la próxima ley se examinan más de cerca las consecuencias no queridas de las acciones?

Por que la ley del “solo sí es sí” es una buena ley. Introduce cuestiones como el consentimiento que resultan muy valiosas para el reconocimiento de la víctima.

El daño al gobierno de coalición, a UP, a la ministra Irene Montero y a la causa feminista es enorme. Ya se encarga la derecha mediática de airearlo. Por qué no, entonces, decir un “chicos, la intención era buena, pero nos hemos equivocado”.

Porque todos nos equivocamos.

¡Salud y ciencia!

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Imagen de portada de Ryan McGuire libre de derechos

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