Las comunidades imaginadas (Anderson)

Mi copia del clásico de Benedict Anderson

Por Antón R. Castromil / Contacto

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¡Ojo! El siguiente texto puede contener extractos literales de la obra de Benedict Anderson que se cita al final del artículo. En esta web estamos en contra de la piratería y de la citación anónima.

La idea de nación necesita caracterizarse, paradójicamente, como algo no político. La nación en el campo simbólico funciona como la idea de una comunidad social que existe desde tiempos inmemoriales.

También paradójico puede entenderse la atribuida necesidad que muchos autores hacen a la necesidad que la nación tiene de presentarse como previa al estado.

Toda comunidad es imaginada y para conjurar esta debilidad (imaginada significa que no es inmemorial, sino construida en una fecha) se necesita un mito fundacional y una especie de historia sagrada que la haga existir.

¿Qué significa que la nación es imaginada?

El término fue puesto en circulación por el historiador Benedict Anderson (1936) en su libro Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo publicado por primera vez en 1983.

Para Anderson la conciencia de la pertenencia a una  misma comunidad se debió principalmente a la difusión de la imprenta (mediados siglo XV), que contribuyó a crear una comunidad de lectores que se entendían utilizando las lenguas vernáculas.

Mediante el libro impreso y otras publicaciones también impresas, una cada vez mayor cantidad de público alfabetizado pudo transcender la frontera de lo conocido (de lo tangible directamente) para imaginarse al sujeto colectivo de la nación.

Así surgen los españoles, los franceses, los ingleses… como un elemento similar ante el cual cabe la identificación y/o la rebeldía.

Mediante la lectura el individuo puede imaginarse más allá de la comunidad primeria de pertenencia directa insertado en una comunidad a cuyos miembros no conoce directamente. La imaginación sustituye al conocimiento directo.

La labor de imaginación de la comunidad se proyecta hacia atrás en el tiempo a través de la difusión de pasados idealizados y de mitos fundacionales de la nación. Además, se necesita explotar su carácter excluyente.

Es excluyente en el sentido de que la nación no es compatible con la existencia de otra nación sobre el mismo territorio y teniendo como elementos a los mismos individuos.

Sin embargo, el carácter político de la comunidad exige la existencia actual o futura de un aparato estatal concreto, lo que no depende exclusivamente de la capacidad imaginativa de los actores.

En este juego social compiten (conflictos, alianzas) dos formas de objetivación social de los grupos: la puramente social del reconocimiento por los otros y la político-administrativa que objetiva y marca físicamente la realidad interior a sus fronteras.

Lo que se inaugura históricamente con la nación es la proyección política de los sentimientos de comunidad, dada la supresión del vínculo político de carácter personal.

Bibliografía

– Anderson, B. (1993): Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México. Fondo de Cultura Económica.

– Pérez-Agote, A. (1995): “Nación y nacionalismo: la politización de la identidad colectiva” en Benedicto, J. y Morán, M. L. (eds): Sociedad y política. Temas de sociología política. Madrid. Alianza.

– Blas Guerrero, A. de (1997): “Estado, nación y gobierno” en Pastor, M. (1997): Fundamentos de Ciencia Política. Madrid. McGraw-Hill.