El giro afectivo de las ciencias sociales (Arias Maldonado)

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Por Antón R. Castromil / Contacto

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¡Ojo! El siguiente texto puede contener extractos literales de la obra de Manuel Arias Maldonado que se cita al final del artículo. En esta web estamos en contra de la piratería y de la citación anónima. Recomendamos vivemente la lectura del libro en cuestión, mucho más detallado.

En la política actual están reapareciendo viejos fantasmas, fenómenos que apuntan en una misma dirección: hacia un movimiento de introversión agresiva dominado por las emociones antes que por la razón.

Suele ser común a todos ellos la búsqueda de un chivo expiatorio: los banqueros, la casta, los ricos, el gobierno, los inmigrantes…

La crisis de mediación puede explicarse como un efecto de cambios sociales de largo alcance, desde la fragmentación multicultural de nuestras sociedades, al debilitamiento de los partidos tradicionales pasando por una digitalización que nos induce a creer que podemos hacerlo todo nosotros mismos directamente.

Pero también es cierto que la sentimentalización de la conversación pública y la creciente fuerza de los afectos en la movilización social contribuyen decisivamente a provocar esa crisis.

Es el ascenso del “hombre emocional”, el dominio de lo afectivo. Además, en las sociedades de nuestros días, marcadas por la gran influencia de las tecnologías de la información, por una cultura cada vez más audiovisual, las emociones ocupan, si cabe, un papel más prominente, según Arias Maldonado.

Emociones y ciencias sociales

Se produce, en los últimos años, en definitiva, un claro giro afectivo. Sin embargo, en la historia de las ciencias sociales hay que hablar de una subordinación de las pasiones a la razón en una especie de hiperrealismo agresivo, de elección racional.

Una de las metáforas más habituales para describir esta relación razón-emoción es la del amo y el esclavo: la razón tendría la función de controlar, la razón sería la encargada de controlar los peligrosos arrebatos de las emociones.

Se entiende, en ciencias sociales, que existimos porque pensamos. Por ello, se podría decir que tales ciencias sociales han pecado de una relativa desatención hacia el estudio de los afectos.

Se considera que las pasiones, además se ser una rémora para el pensamiento racional, reflejan actitudes intelectualmente inferiores y socialmente irresponsables.

El paradigma de la elección racional de Anthony Downs (1957) concibe al sujeto como un maximizador racional de preferencias.

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Según Arias Maldonado, incluso la psicología política habrías minusvalorado la influencia de la emoción en el proceso de la información, centrándose en el empleo de heurísticas o atajos decisorios antes que en las motivaciones afectivas de nuestras percepciones y decisiones.

En definitiva, se observa un papel marginal de las emociones en las ciencias sociales hasta finales del siglo XX. Y ello porque las emociones son difíciles de observar y aún más difíciles de cuantificar. Pero también porque ejercen una perversa influencia en el optimismo racional ilustrado que está en el trasfondo de la revolución científica.

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Neurociencia, pasiones y sujeto post soberano

Sin embargo, en la actualidad están teniendo lugar aportaciones muy valiosas en materia de estudio de las emociones desde disciplinas como la neurología, la antropología y la psicología.

Se quiere estudiar la actividad cerebral ligada a la producción de emociones. Se trata de una especie de revival actual del papel de las emociones en el comportamiento. Este nuevo énfasis en los afectos supone una reacción, por agotamiento, ante los excesos del postestructuralismo, que cifraba la experiencia humana en términos casi exclusivos de lenguaje y discurso.

Se enfatiza la sujeción del individuo a las pasiones, los sentimientos, el inconsciente o como quiera llamarse. Se entiende que la naturaleza humana no puede someterse únicamente al control consciente.

En esta línea, para Arias Maldonado la voluntad de los individuos está sometida a múltiples influencias afectivas, cuyo procedimiento racional de información se ve también afectado por distintas patologías. Esto implica que no somos soberanos.

Somos criaturas infinitamente plásticas cuya configuración subjetiva viene determinada por el entorno: los discursos hegemónicos, las imágenes en circulación, los hábitos dominantes… También para los investigadores de corte constructivista, la soberanía individual es una ficción.

La idea se encuentra también presente en Marx y en miembros de la Escuela de Fráncfort como Adorno: resulta imprescindible desvelar la “falsa conciencia” que nos impide ser conscientes de que nuestra subjetividad está construida desde afuera.

Se trata, en definitiva, de desmentir el supuesto liberal de la autonomía individual para admitir que toda autonomía en realidad es heterónoma.

Emociones y política

La mayor parte de los ciudadanos carece de una visión integrada o coherente de la política y posee una limitada capacidad para comprender y evaluar los sucesos políticos, siendo necesario, entonces, explicar su acercamiento a los mismos a partir de emociones y motivaciones.

La reivindicación de los afectos forma parte de una más amplia crítica a la ideología racionalista, por lo general identificada con la razón liberal.

La razón ilustrada, tanto desde el neo marxismo como desde el postestructuralismo, es vista como ideología totalitaria.

El dominio de la razón se ha entendido también como la exclusión de la esfera pública de quienes carecen de las competencias necesarias para presentar sus demandas en forma de argumentación racional.

Es decir, el giro antiracionalista de las ciencias sociales comienza por ser, sobre todo, indica Arias Maldonado, una “sacudida antirracionalista de tintes antiliberales”.

Los afectos son recuperados como parte de la crítica a la razón liberal, entendida como ideología represora, pero acaban reforzando inesperadamente aquello que se critica, en la medida en que un mayor conocimiento de los afectos abre la posibilidad de neutralizarlos.

El giro afectivo de las ciencias sociales supone una expansión de su ámbito de estudio. La atención se dirige ahora hacia los sentimientos, los recuerdos, la vida cotidiana, la esfera de lo material.

Entre el ser hiperracional descrito por el cartesianismo y la muerte del hombre anunciada por el postestructuralismo, el sujeto llamado por Arias Maldonado “postsoberano” no deja de ser, a su juicio, una propuesta razonable.

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Sin embargo, conviene ser conscientes de que las emociones, aun siendo parte de la explicación, no pueden pasar ahora a explicarlo todo sólo porque ahora las ciencias se ocupen de ellas con fervor.

Las emociones son parte de la explicación de lo que somos y cómo somos (en política y en el resto de ámbitos de la vida), lo que a su vez implica la necesidad de explicar las emociones mismas. Y ello con vistas a entender mejor su influencia política, su papel dentro de las sociedades democráticas.

La dimensión política de los afectos

Podemos considerar que el discurso abstracto carece de la suficiente fuerza persuasiva y necesita expresarse mediante gestos simbólicos dotados de fuerza emocional.

Los afectos se caracterizan, sobre todo, por su ambivalencia y no está clara la existencia de buenas y malas emociones.

A ello hay que añadir que una misma emoción puede tener efectos positivos y negativos en diferentes ocasiones.

La democracia es un régimen de opinión, pero también puede considerarse un régimen afectivo. Y ello se debe a que el auténtico ciudadano se encuentra lejos de su tipificación ideal. La interacción de la emoción con la reflexión tiene especial fuerza en los ciudadanos más sofisticados

En principio, las democracias liberales responden a un diseño racional que se encarna en la ley emanada de los procesos políticos reglados, cuyo origen hay que encontrarlos en la soberanía popular ejercida mediante la elección de representantes.

Pero la exclusión liberal de la emoción es solo aparente, ya que la pasión resulta indispensable para el mantenimiento de una comunidad política. En este sentido se puede entender al populismo, según Arias Maldonado, como aquella teoría que sabe que la razón es un bien escaso e impugna la base racional de la sociedad moderna.

Las emociones ocupan también un lugar destacado en la movilización política, en los movimientos sociales y en las campañas políticas, pero también a la hora de activar la participación electoral.

Podemos entender, por añadidura, que los juicios morales están fundados en disposiciones emocionales, así como las identidades grupales de orden social o político.

Por todo ello, Arias Maldonado concluye que resulta incongruente establecer una separación tajante entre razón y emoción y aboga mucho más por su interdependencia.

En el caso del Brexit (abandono del Reino Unido de la Unión Europea) el juicio de los expertos fue considerado por buena parte del electorado como una expresión falsa de los intereses del establishment en una evidencia de la erosión del valor persuasivo de los hechos en la esfera pública.

Ello se explica, en buena manera, por los efectos del tribalismo moral, de raíz emocional, sobre la percepción política. Se deduce que una verdad sólo lo será si es sentida como tal por el ciudadano o grupo social en cuestión.

Referencias

Arias Maldonado, M. (2016): La democracia sentimental. Política y emociones en el siglo XXI. Barcelona. Página Indómita.

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