La representación política en Pitkin

Mi ejemplar del libro de Pitkin. Imagan bajo licencia Creative Commons

Por Antón R. Castromil / Contacto

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¡Ojo! El siguiente texto puede contener extractos literales de la obra de Hanna Pitkin que se cita al final del artículo. En esta web estamos en contra de la piratería y de la citación anónima.

Frente a los argumentos opuestos del elistismo democrático (independencia absoluta del representate) y del radicalismo democrático (dependencia absoluta del representante) la politóloga germano-norteamericana Hanna Pitkin significa un saludable y aristotélico punto medio.

Pitkin afirma la independencia de la representación en cuanto actividad sustantiva que es, pero reconociendo también la necesidad de que todo representante sea sensible a las demandas de sus representados.

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Es por ello que lo que más nos interesa de Pitkin es lo referente a la sistemática desviación del incumbent (o representante) de los intereses del principal (o representado).

Para Pitkin estaríamos ante una situación claramente disfuncional si se prolonga de manera continuada una desviación entre las posturas e intereses del representante y las del representado.

Al igual que los teóricos del mandato, Pitkin dirá que si esto sucede no podríamos hablar de representación política alguna. A ello, se añade que si la situación de divergencia se prolonga será necesario llevar a cabo algún tipo de explicación.

Pitkin sostiene, por lo tanto, que la anormalidad no radica en la divergencia puntual sino en la sistemática, a la que habría que añadir la ausencia de explicación sobre por qué el principal está actuando como está actuando.

El representante será aquella persona que disfruta de la suficiente independencia como para ser considerado autónomo, diferente a aquellos que dice representar; pero, al mismo tiempo, deberá ser sensible potencialmente a sus demandas en su actividad representativa.

Esto no quiere decir que siempre tenga que hacer caso de sus electores, pero sí que el motor principal de sus actos debe ser una mirada habitual a los deseos de su electorado.

Esta postura intermedia, en el fondo, lo que está es haciendo una clara reivindicación de la consulta permanente a la opinión pública. Si bien, la opinión del cuerpo político no marcará siempre la agenda de sus representantes, sí que su constante evolución debe ser una referencia permanente para los que están en el poder.

Como se puede comprobar, el juego de negociaciones y renegociaciones entre ciudadanía y poder político se hace muy complejo y lleno de matices. Habrá momentos en los que será la opinión pública la que marque el camino a seguir y muchos otros en los que los representantes se encargarán de movilizar a la Opinión Pública.

Los dos riesgos más importantes son:

1) Si el representante se guía únicamente por la opinión de sus representados (o por la mayoría de ellos, o por una gran parte de ellos) se podría caer en el populismo.

2) Si el representante se guía únicamente por sus propios deseos de gobierno se podría caer en una falta de recepcionalidad

Debate / Polémica

¿Está obligado un gobierno elegido democráticamente con un determinado programa político a traicionarlo, a hacer lo contrario de lo que había dicho que haría en campaña electoral, solo porque una mayoría de la opinión pública así se lo pide?

Referencias

Pitkin, H. F. (1967): The Concept of Representation. Berkeley. The University of California Press.

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