La ley de hierro de los partidos (Michels)

Por Antón R. Castromil / Contacto

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¡Ojo! El siguiente texto puede contener extractos literales de la obra de Robert Michels que se cita al final del artículo. En esta web estamos en contra de la piratería y de la citación anónima.

Robert Michels cree que el mal funcionamiento de la democracia no fue un fenómeno resultante de un bajo nivel de desarrollo económico o social, una educación inadecuada de la población, o un dominio capitalista sobre el medio formador de las opiniones y otras fuentes de poder.

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Más bien procede de una característica de todo sistema social complejo.

La oligarquía es parte intrínseca de la burocracia a gran escala. El hombre moderno se encuentra con un dilema sin solución: no puede tener grandes instituciones tales como estados, gremios, partidos políticos, iglesias… sin ceder el poder efectivo a los pocos que ocupan los cargos superiores de esas instituciones.

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Se observa una incompatibilidad entre la democracia y la organización social de gran escala. Las organizaciones de gran escala dan a sus funcionarios casi un monopolio del poder.

Los partidos políticos y otras organizaciones a gran escala tienden a desarrollar una estructura burocrática, es decir, un sistema de organización racional y predecible organizado jerárquicamente. La administración de una organización grande requiere burocracia. Ello está en el propio principio de organización.

Pero el precio de este aumento de la burocracia es la concentración del poder en la cumbre y la pérdida de influencia de los militantes de la organización.

Los líderes disponen de muchos recursos que le dan una ventaja insuperable sobre los demás miembros de la organización que intentan cambiar las políticas.

Estos recursos son, entre otros, un conocimiento superior, un gran control sobre los medios formales de comunicación con los miembros del partido y una gran pericia en el mundo de la política.

Las masas son incapaces de participar en el proceso de toma de decisiones y necesitan de un liderazgo fuerte.

Entre otras cosas porque las exigencias del trabajo y de la familia, las actividades ociosas y otros compromisos semejantes limitan el tiempo y la energía que las personas tienen y pueden dedicar al mundo de la política.

Además, la masa tiene, por fuerza, menos educación e ilustración general que los líderes. En la masa existe una necesidad inmensa de dirección y guía explicable mediante el principio de división del trabajo.

Imagen de creación propia

Los líderes de la masa son, en sí mismo, parte de la elite en el poder y elaboran propósitos y desarrollan intereses derivados de su posición entre los elementos más privilegiados de la sociedad.

Por este motivo, muchas de las iniciativas de las organizaciones de masas reflejan la voluntad y los intereses de los líderes, y no la voluntad ni los intereses de la masa.

Los interese del cuerpo de funcionarios del partido son siempre conservadores, su política es defensiva e incluso reaccionaria cuando los intereses de la clase trabajadora exigen una política osada y agresiva.

Por ello se concluye que todo órgano de la colectividad nacido como consecuencia de la necesidad de la división del trabajo crea intereses particulares propios tan pronto como logara consolidarse.

La existencia de estos intereses especiales trae aparejado un conflicto inevitable con los intereses de la colectividad.

El impacto en los partidos socialistas

El objetivo de la elite con base en la masa (partidos obreros) es reemplazar el poder de una minoría por el de la otra: ellos mismos. Los líderes de los partidos socialistas suelen dar prioridad a las necesidades de supervivencia de la organización por encima de la adhesión a la doctrina.

El partido cede, vende precipitadamente su alma internacionalista por el instinto de autoconservación, se transforma en un partido patriota.

La revolución socialista no supondrá el triunfo de la democracia para la clase trabajadora sino el reemplazo de un grupo gobernante por otro. La revolución encabezada por Lenin que abogaba por una sociedad libre y democrática pronto se transforma en un gobierno de partido único.

Referencias

– Michels, R. (2008 v.o 1915): Los partidos políticos. Buenos Aires. Amorrortu

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