La fea política (II)

Por Antón R. Castromil / Contacto / @Twitter

El pasado 5 de diciembre publicamos la primera entrada sobre las causas de la baja popularidad que tiene la política en general y los políticos en particular. Seguimos con las indagaciones. Otro de los elementos que enturbian las percepciones ciudadanas tiene que ver con la asociación que, muchas veces, se establece entre políticos y corrupción.

Los fenómenos de corrupción, indudablemente existen. Para muestra, un botón. Echemos un ojo a los tres primeros resultados de Google si hacemos una búsqueda con la frase “observatorio sobre corrupción”.

El primero de ellos corresponde al Observatorio de la Ciudadanía Contra la Corrupción, una asociación con sede en Sevilla cuyo objetivo es, entre otros, poner en marcha una serie de iniciativas para reducir los delitos procedentes de la clase política.

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Imagen de Antífama bajo licencia Creative Commons

El segundo resultado de la búsqueda de Google nos lleva hasta el Observatorio de Causas de Corrupción, que viene a proponer un poco lo mismo que el anterior, pero aplicado a la realidad política de Argentina.

Por último, aterrizamos en el Repositorio de datos sobre procesos de corrupción, dependiente del Poder Judicial español en el que se aborda el problema desde una óptica más bien jurídica. Se considera corrupción, siguiente lo dicho en esta página, los delitos relacionados con el urbanismo, la prevaricación, el cohecho, la malversación o el tráfico de influencias, entre otros.

Corrupción y medios de comunicación

Quede claro, por lo tanto, que la corrupción no sólo existe, sino que la percepción en la sociedad civil internacional sobre la gravedad del problema parece evidente.

Sin embargo, a mí me da la sensación de que, a pesar de que existir existe, la sensación de corrupción generalizada que, muchas veces, tienen los ciudadanos responde más a una construcción mediática que a una realidad objetiva.

Como hemos comentado en otras ocasiones, la profesión periodística alberga en su seno una serie de rutinas profesionales encargadas de dar o negar valor de noticias a ciertos temas y acontecimientos. Entre ellas destaca lo sorprendente y lo negativo.

Como solían decir en la Facultad de Periodismo, “es mucho más noticia que una persona muerda a un perro que un perro muerda a una persona”. Las dos características de la proposición que valora más en la prensa: lo que se sale de la norma, el humano mordiendo al can, y lo negativo, la agresión en forma de muerdo.

Si esto es así parece que la corrupción de aquellos que están en el poder se convierte en un tema de cobertura que contiene elementos que hacen que se transforme en una cuestión de atención preferente por parte de los medios de comunicación. Lo vemos en este vídeo:

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De este modo, y a través de continuados procesos de acumulación, los medios trasladan a la ciudadanía la sensación de que toda política es una política corrupta y todo servidor público no es sino un cuervo sin escrúpulos.

Es decir, los medios transforman mediante una visibilidad sin medida lo anecdótico en cotidiano. Lo negativo y sorprendente en atributos inherentes al fenómeno político. Contribuyen a estereotipar la actividad política, asociándola a las malas prácticas.

¿Y qué efecto tiene esta forma de actuar en nuestros sistemas democráticos? Lo vemos en próximas entradas.

 


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Imagen de portada de Tio Feli bajo licencia Creative Commons

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