A raíz de la extensión del Coronavirus a países de nuestro entorno más cercano, y también aquí, en España, estamos viviendo una reacción sin precedentes. Bueno, en realidad, sí que existen casos previos de otros contagios y amenazas globales. Todos se quedaron en nada. Estas alertas comparten una característica común: se trata de un mal que no puede verse…
La imagen de una persona con una mascarilla posee el atractivo de la amenaza invisible. Se sabe que algo va mal, pero no se puede localizar al culpable. Se intuye que se trata de algo terrible, pero sin rostro. Nos encontramos ante el miedo más abstracto.
¿Cómo protegernos de algo que no tiene cara? ¿De algo que no puede tocarse? El miedo adquiere la forma de lo innombrable. Y ya se sabe, para dominar una situación antes debemos poder nombrarla, haciéndola así real. Corpórea.

La amenaza de los soviéticos en la Guerra Fría o de los fundamentalistas islámicos tras los ataques a las Torres Gemelas en 2011, tenían en común la territorialidad del enemigo.
De hecho, tras los atentados de Nueva York la gran labor de la administración norteamericana fue, precisamente, poner un dedo en el mapa y afirmar que allí se encontraba el culpable.
Con más torpeza que exactitud –ahora sabemos que no existían armas de destrucción masiva en Irak– el presidente George W. Bush fue capaz de inventarse un enemigo. Tarea imprescindible para subir la moral de la tropa.
Sin embargo, Al Qaeda se caracterizaba mucho más por lo contrario a lo exacto: por ser una organización deslocalizada, de estructura en red y de acción a través de grupos durmientes, capaces de activarse en tiempo récord.
De alguna manera el Coronavirus supone un paso más en esta dirección inquietante.
La sociedad, patas arriba
El virus está afectando a la economía mundial: Las bolsas caen, las empresas reestructuran sus previsiones de crecimiento, el Producto Interior Bruto de los estados se recalcula a la baja.
Pero impacta también en otros ámbitos de la vida cotidiana como, por ejemplo, los deportes. El mundial de Moto GP, que debía comenzar con normalidad este próximo fin de semana en Losail (Catar) va a hacerlo sólo a medio gas. Aunque Moto 2 y Moto 3 sí competirán, la carrera de la categoría reina, Moto GP, ha sido suspendida.
Los medios de comunicación se están hinchando. Bien es cierto que muchos de ellos están haciendo una labor pedagógica encomiable. Contándonos, ayudados por la ciencia, lo que realmente es ese bichito diminuto que tanto miedo es capaz de producir.

Pero, muchos otros, se abandonan al sensacionalismo. Las características incorpóreas del mal al que nos enfrentamos supone un incentivo demasiado poderoso como para dejarlo pasar sin sacar rédito.
Yo creo que debemos mantener la cabeza fría. Hacer caso a los expertos. A los científicos, me refiero. E intentar seguir nuestro camino. El Coronavirus será sólo un episodio más de la actualidad mundial dentro de sólo unos meses. Antes fue el Brexit el que nos precipitaba al vacío, y aquí seguimos.
Si dejamos que el Coronavirus afecte a nuestra vida cotidiana, entonces, habrá triunfado el miedo. Me apetece terminar esta entrada con una canción que habla, precisamente, del efecto que produce el miedo.
¡Salud y ciencia!
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