¿Por qué tanta lucha política?

A veces la política cansa. Siempre unos metiéndose con los otros. No hay forma de que se pongan de acuerdo. Hasta en lo más insignificante, en lo que genera consenso, en lo que todo el mundo está de acuerdo… hasta en eso, los políticos a la gresca. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo de tanto enfrentamiento? Te lo cuento a través de cuatro argumentos…

Antes de entrar en la cuestión del post de hoy me gustaría excusarme ante todos vosotros. He estado demasiado lejos de este blog durante demasiado tiempo. Y lo que es peor: no estoy seguro de haber vuelto del todo.

Voy a intentarlo, eso sí.

Voy a intentar una entrada semanal los miércoles o, mejor aún, tal día como hoy; los jueves. Pero no prometo nada. Ando metido en algunos proyectos que no terminan de motivarme del todo. Quizá volviendo al blog lo consiga. Quién sabe.

Avisados quedáis. Es probable que haya vuelto.

Ahora sí, al lío.

Buena parte de la denominada desafección política podría relacionarse con el constante enfrentamiento al que asistimos un día sí y otro también. Basta ver un telediario o conectarse a las redes sociales.

Es la denominada polarización política. Como la cosa resulta bastante indigesta y daría para gruesos volúmenes de ciencia política que nadie lee, aquí voy a hacer un ejercicio de concreción.

Os ofrezco cuatro elementos que podrían estar detrás de la política como enfrentamiento.

Mi ánimo no es justificar o excusar que la actividad política tenga mucho de juego sucio. Simplemente aspiro a explicarte por qué es así. Si lo consigo ya bastante es. Con un canto en lo dientes que me doy.

La carga moral, de considerarse necesaria, corresponde ponerla a ti y solo a ti.

1. El conflicto

Muchos de mis colegas en la universidad y buena parte de la ciudadanía entienden la política democrática como un elemento necesario para regir las sociedades modernas. Se muestran partidarios entonces de que los políticos “se pongan de acuerdo” para hacer cosas.

Como consecuencia, les horroriza que el enfrentamiento entre partidos y representantes sea constante. La polarización les repugna. Quizá estés tú entre ellos…

Sin embargo, podemos pensar que en vez de por el tan ansiado consenso, la política se caracteriza por justo lo contrario: el disenso.

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El conflicto, por lo tanto, se convertiría en una de las características inherentes a la actividad política. De ahí que la polarización sea constante.

Esta reflexión nos lleva hasta el segundo punto…

2. Intereses contrapuestos

Si la sociedad y su elemento rector (la política) se caracterizan por el conflicto, tal circunstancia no se debe a que nuestros representantes se hayan vuelto especialmente malvados y retorcidos. Nanai de la China.

Es porque la propia sociedad está compuesta por un buen número de grupos con intereses y visiones de la vida contrapuestos. En este sentido, las diferentes opciones políticas representan unos intereses frente a otros.

Pongamos algunos ejemplos. Si existen partidos que tienden a defender los intereses de la Iglesia Católica, su relevancia en el sistema educativo y su presencia en la sociedad; es porque existen grupos que aspiran justamente a ello. A que la Iglesia (y su moral) se convierta (o continúe siendo) un actor relevante en la vida pública.

Si hay representantes y partidos políticos que luchan porque el aborto no solo sea legal bajo cualquier supuesto y circunstancia, sino para que su práctica sea sufragada por el Estado… es porque existe un estado de opinión en la sociedad que transcurre por estos mismos derroteros.

Lo mismo ocurre con los grandes e irresolubles debates sociales: hay partidos políticos más partidarios de la regulación estatal, otros de la preeminencia del mercado. Los hay más partidarios del trabajo, frente a los que benerician al capital…

Si los partidos están diseñados para representar intereses en una sociedad plural en la que todos los grupos (e intereses) tienen derecho a existir (gran avance de la democracia), parece lógico que la política sea básicamente enfrentamiento. Más que nada porque en enfrentamiento consiste la sociedad de la que proceden.

3. Democracia mediática

Los medios de comunicación estimulan con sus coberturas la lucha, el conflicto, el ataque, lo negativo… Es una tendencia típica de las democracias centradas en los medios desde hace ya bastante tiempo. Internet y las redes sociales quizá lo hayan acentuado todo un poco más…

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Nuestros representantes (que no son tontos, aunque a veces lo parecen) lo saben. Como necesitan salir en los medios para aumentar sus oportunidades de victoria, de ocupar el poder; entonces, dan a los medios aquello que quieren: enfrentamiento.

4. Populismo y radicalismo democrático

Las nuevas (o no tan nuevas) olas de populismo con líderes como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Santiado Abascal en la derecha; o Gabriel Boric, Pablo Iglesias o Yanis Varoufakis a la izquierda; tienen en común una visión dicotómica de la sociedad.

El populismo se basa, entre otras cosas, en la construcción de lo que significa el pueblo. Y en esta ingeniería es necesario un enemigo. Se define un «yo» por contraposición a un «ellos». Por supuesto, el «yo» es depositario de todas las virtudes habidas y por haber y el «ellos» encarna la maldad pura.

¿Os suena?

Esta forma de proceder nos conduce a una concepción de la política como lucha (véase el punto 1 más arriba) pero, también, al nacimiento de un enfrentamiento entre amigos y enemigos, al más puro estilo de Carl Schmitt (más información aquí).

En resumidas cuentas…

Que la política sea una lucha de todos contra todos bajo cualquier circunstancia podría explicarse por la tendencia al conflicto que está latente en toda sociedad, porque existen intereses contrapuestos de unos grupos con respecto a otros.

Los medios de comunicación y el populismo harían el resto. ¿Qué os parece? Comentarios abiertos…

¡Salud y ciencia!

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