La banalidad de la política

Se dice que la actividad política, tanto del lado de nuestros representantes como, sobre todo, del de los medios de comunicación (en un sentido amplio, se incluyen aquí también a las redes sociales), está adquiriendo altas dosis de banalidad. De tontería, al fin y al cabo. ¿Cuáles son los motivos que impulsan esta superficialidad en el debate público?

Ayer (28 de abril) estuve en el programa del canal de televisión Cuatro “Todo es mentira”. Al final, mi intervención tuvo que ser por teléfono, porque el vídeo no funcionó. Parece ser que se me oía muy bajo, me dijeron los de producción del programa.

Os cuento este detalle porque conviene tener en cuenta que el lenguaje televisivo resulta especialmente hostil a la argumentación. Máxime si la conexión es telefónica.

De vez en cuando colaboro con medios de comunicación, pero el medio televisivo, desde luego, no es ni mucho menos mi fuerte. Me siendo muchísimo más cómo con la letra impresa. Hice lo que pude.

Entre que la tele no es lo mío, la conexión telefónica y la falta de tiempo para argumentar, no sé muy bien cómo habrá que dado la cosa. En el siguiente vídeo podéis comprobarlo por vosotros mismos:

En este vídeo insertamos un fragmento del programa de Cuatro Todo es Mentira bajo la modalidad «fair use». En caso de conflicto de copyright, por favor, pónganse en contacto conmigo aquí para retirarlo.

Pero aquí estamos, en el blog, para continuar con el debate que ayer tuvimos en “Todo es mentira”.

En primer lugar, deciros que el título de este post parafrasea el famoso concepto de la banalidad del mal de Hanna Arendt. ¡Para darle un poco más de empaque a la cosa!

Vayamos al grano. ¿Por qué la actividad política se está volviendo tan trivial? En el programa, manejé tres argumentos principales.

1) La banalización de la política

Esta banalización se extiende a los propios políticos pero, sobre todo, al mundo de la comunicación. La actividad representativa es algo lejano al ciudadano. No nos autogobernamos, sino que cedemos tal labor a los representantes.

A la clase política, que serán las personas encargadas de llevar a cabo las labores de gobierno por nosotros.

De ahí que, en los sistemas democráticos, la opinión pública ocupe un lugar muy relevante. Ya que no nos gobernamos directamente, al menos podemos opinar sobre lo que hacen otros. La opinión pública, como diría Walter Lippmann, es un intento de influir desde fuera.

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Este opinar sobre política ha pasado por varias fases. La más relevante se produjo en los años 60 del siglo XX con la irrupción de la televisión. El lenguaje televisivo (concisión, superficialidad, tiranía de la imagen) se termina imponiendo no sólo desde los medios, también en la política.

Todos aquellos representantes que quieran visibilidad deben adaptar su mensaje a la lógica superficial de la televisión.

Este es el primer elemento que, a mi juicio, explica la banalización de la política. Pero en la actualidad no prima solo la lógica de la TV, sino que, junto a ella, se abren paso las nuevas lógicas discursivas de Internet. Instantaneidad, reciprocidad, comentario constante…

La lógica de la televisión se combina con la de Internet.

Imagen de PublicDomainPictures libre de derechos

2) Polarización y conflicto

Si la televisión prima lo espectacular y polémico, Internet lo refuerza. Lo retroalimenta con una presencia nueva: la multiplicidad de voces que intervienen.

Si hace solo unos años eran en exclusiva los medios de comunicación los que intervenían en el debate público, ahora esto ya no es así.

Muchos otros actores (redes sociales, plataformas de streaming, los memes del WhatsApp…) se añaden a la ecuación de la opinión pública. De modo que la banalización aumenta.

Y una de las formas que más aprecian tanto la TV como el mundo comunicativo de internet es el conflicto. O, dicho de otra forma, la polarización en los planteamientos que se defienden.

3) Modulación del conflicto político

Yo tiendo a pensar que la sociedad, por definición, es conflicto. Se compone de una serie de grupos con intereses diferentes. La democracia los integra y da valor a cada uno de estos grupos en conflicto.

Lo que sucede es que la modulación del conflicto ha dejado de ser cosa exclusiva de los periodistas, como hemos visto ya. Hasta hace poco, los únicos que se “pasaban de frenada” eran sólo algunos medios, los más sensacionalistas y militantes en sus planteamientos.

Pero con el mundo de internet funcionando a pleno rendimiento, es posible multiplicar estos “desmanes”. Internet supuso una revolución maravillosa en el mundo de la comunicación, sobre todo incorporando una mayor variedad de voces al debate público.

Pero tiene, también, como todo en la vida, su lado oscuro.

Ahora es posible que aquellos que difunden fake news o planteamientos radicales y de mal gusto alcancen una difusión desconocida hasta hace poco.

Ello podría estar creando una sensación en parte de la ciudadanía de que la política y la comunicación se nos están yendo de las manos.

¿Tú que opinas? ¿Por qué la política y el periodismo, a veces, emplean la banalización de contenidos a la hora de ofrecérselos a sus audiencias?

¡Salud y ciencia!


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1 comentario en «La banalidad de la política»

  1. TODO ES MENTIRA.
    La chapuza reina.
    Un truco muy eficaz para todos los que desfavorecen a la realidad es:
    VETAR TODO LO QUE LES DESAGRADA (A OÍDOS SORDOS) E IR ESCONDIENDO LAS MENTIRAS, MÁS Y MÁS, HASTA QUE POR LÓGICA QUEDE «LA VERDAD QUE LES INTERESA».
    Y lo llenan todo de trampas o de eufemismos manipuladores: banca ética, caza amoroso-ecologista, telebasura preciosa que tiene FORMAS o no las pierde manicomios hacia arriba y hacia abajo, buscar fama que va contra la ética y es solidaria,etc.
    Pero aquí no acaba la cosa, sino que hay miles de SIRVIENTES ARRASTRADOS (que han perdido ya la dignidad) que hacen comentarios a favor de ellos y no a favor de la ética misma o de sus deberes éticos PISOTEADOS por ellos.
    Halagar tras todo esto es un acto estúpido.
    ¡Viva lo que ya tanto se ha pisado!
    JOSE REPISO MOYANO

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